Arista Mainardi
Según el diccionario, la palabra ruido se define como "sonido inarticulado, sin ritmo ni armonía; confuso; conjunto de señales extrañas y no deseadas que surgen en un sistema de comunicación debido a interferencias". Creo que podemos coincidir en que la época actual tiene ruido en dimensiones vastas. A pesar de ello, Arista Mainardi, la reconocida pastelera-panadera hondu-italiana y yo, platicamos vía FaceTime con el fin de compartir la historia de su éxito culinario.

La pasión por la cocina nació cuando un verano, los Mainardi se quedaron en casa. Esas vacaciones, Arista y sus hermanas vieron "El Gourmet" religiosamente. El programa provocó un interés tan agudo, que Arista decidió hornear un pastel de caja. Un pastel de caja que fracasó tanto que ni creció. Así que intentó diferentes recetas e incluso, atendió talleres que perfeccionaran sus postres. Arribado undécimo grado, hasta sus compañeras pedían pastel de cumpleaños y las tortas iban fijas para sus primitos.
El don evidente hizo que Arista decidiera atender una escuela culinaria. Aunque sonaba emocionante, la sabiduría de su padre habló. Fue así que ella atendió Unitec donde estudió Hospitalidad y Turismo. Sus años universitarios fueron perfectos para comprobar que la pastelería seguía siendo de sumo disfrute. Cuando se recibió como licenciada, su padre la envió a Italia, hogar de sus antepasados. En tierras europeas, aprendió italiano y tomó cursos adicionales de cocina básica. Entre visitas diarias al mercado por verdura y pescado fresco así como largas pláticas con amistades internacionales, sus días eran un sueño. Sueño que en seis meses acabó.

A pesar de que los días italianos finalizaron, el concepto de la cocina tomó un significado más profundo. Preparar pan era dominio propio, extremada paciencia, así como la formación de un carácter dócil. Compartir un alimento en la mesa, el pan diario, era tan impactante, que la Biblia hacía referencia a ello. No sólo había un don, sino que corría en Arista una pasión patente que la hizo entrar a una escuela estatal para ser instruida en pastelería y panadería exclusivamente. Entre muchos nacionales, estaba Arista, traduciendo cada texto y llevando cada clase con excelencia. Para graduarse, los estudiantes debían crear recetas nuevas en tiempo limitado y en contraste del resto, su grupo sobresalió. Posteriormente debía hacer una práctica final en una pastelería básica ("forno") o una de renombre. A la hora de enviar a Arista, los instructores observaron su esfuerzo y gracia en ambas, panadería y pastelería, razón por la que fue asignada donde un francés; la ilusión de todo pastelero. La condición fue que ella cumpliera su trabajo, en cambio, el pastelero seguiría aceptando pasantes. Se trataba de David Bedú, un hombre de carácter pesado, cuyo labor era perfección y sus obras aparte de ser deseadas gritaban "esfuerzo".

Con mucha modestia, Arista comenzó observando hasta pasar a la línea de lo salado. Continuó resaltando en su trabajo cuando después de dos semanas, David le ofreció trabajo fijo en su pastelería Pank. Esto significaba un buen contrato, beneficios y además, quedarse en Italia. Un gol. Al tiempo, un pastelero dejó su puesto y Arista debió suplir el cargo de las aperturas. A cantar victoria. De cuatro de la mañana a seis de la tarde horneaba con sublimidad. Hubo mudanzas, incendios e innumerables faltas pero la vehemencia que llevaba dentro, logró que sus circunstancias hicieran de ella, una mejor pastelera. Fue después de dos años llenos de trabajo en Pank, se cansó y quiso regresar a Honduras. La mezcla de agotamiento físico, inseguridades surgidas por su alimentación, familia a distancia, así como luchas en sus pensamientos, fue suficiente para desalentarla. Cuando comunicó esto con David, él le pidió que por favor se quedara por un mes. No era para trabajar más, de lo contrario, el agradecimiento de su jefe era tal, que quería instruirla exclusivamente con técnicas para su futuro. Arista se llenó de regocijo y satisfacción de ver su arduo trabajo valer la pena.

De regreso en San Pedro Sula pero detenida. A pesar de la felicidad que trajeron las enseñanzas de David, su estado emocional era crítico. El hecho que era una pastelera-panadera por profesión, fue insignificante ante las dudas recónditas que tuvo. Todas sus luchas mentales fueron aquel sonido inarticulado, sin ritmo ni armonía; confuso; conjunto de señales extrañas y no deseadas que surgen en un sistema de comunicación debido a interferencias. Ruido. Tan alto que su pasión se drenó y no quiso ni entrar en la cocina. Sí, Arista Mainardi no quería hornear. Debido al cataclismo, sus hermanas la empujaron a seguir adelante y ella puso de su parte. Con mucha determinación entró a un gimnasio, y tomó días para evaluar su vida. Momentos de quietud y silencio para recordar quién era. Cuando lo hizo, la Arista que todos conocemos, cobró vida. Su ánimo y pasión se veían retratados en su mirada. Decidió hornear macarons, según receta de Pierr Hermé. Si tan sólo este postre saliera bien, ella estaría satisfecha. Como era de esperar, hubo un efecto multiplicado y todos lo amaron.
Mientras redescubría y compartía su pasión, el chef de Meza 23 en el Club Hondureño Árabe, encontró su trabajo y la contactó para trabajar en el restaurante. Arista presentó deconstructed s'mores, tartaleta de mango limón, domo de mousse de chocolate con praline de sésamo, y una vez más, el público se deleitó. Los gerentes del Club la entrevistaron, le dieron el trabajo y comenzó a dar asesorías y crear especialmente para el restaurante. Si consultan, Arista Mainardi es sobresaliente. Labora como pastelera, asesora y mente maestra detrás de aproximadamente 30 platillos nuevos y más de 100 recetas inéditas para Meza 23. No hace falta decir que la caracterizan la sonrisa y gracia con las que se conduce. Esa Arista Mainardi es fruto de determinación.
El ruido tiene la capacidad de echar a perder el trabajo de años, y para días como los de abril del 2020, todos lo tenemos en aumento. Pero la historia de este maravilloso individuo nos lleva a reflexionar en cuán lejos un empujón puede llevar al desalentado y cuánto nos lanza la determinación a pesar del ruido, porque al final del día... si hay vida, hay esperanza.


Fotografías de: Arista Mainardi
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